Reflexiones de Divina Buenaventura Estupefacta: Madurar

Viendo la parra del jardín, me pregunto qué es madurar.

Cuando era adolescente me daba pánico madurar, al modo en el que veía a la gente que lo hacía, a mis propios compañeros de instituto, a las personas que encontraban un trabajo y empezaban a “hablar distinto”. Recuerdo que me llamaba mucho la atención la forma en la que mis amigos empezabana a dirigirse a los niños. Ahora, de repente, soy un adulto y le empiezo a hablar al niño desde esa posición en la que yo sé más que él, y tengo que enseñarle a comportarse.

Madurar era, y es, desde esa perspectiva, aprender a hacerse duro, justamente, aprender a hacer dura a la MA, la pregunta que abre la experiencia. Es aprender a hacerse responsable, a esforzarse, a luchar, aprender a caer y levantarse, aprender a tomar los inconvenientes de la vida con ánimo...

Lo que sucede es que, poco a poco, la energía que recibe uno para experimentar ese tipo de madurez, se va agotando, y entonces uno un día se cae, y ya no tiene ganas de levantarse; y aunque alrededor le digan “¡vamos, ánimo, que tú puedes!”, uno sabe que la vida no va a tratarse más de eso.

Algo por dentro se quedó sin crédito para seguir luchando en ese juego.

Una indescriptible y extraña, desconocida serenidad, se va instalando a medida que uno se rinde plenamente a sentir esos momentos de tristeza, de agotamiento, de fin de crédito de luchador. Una profunda alegría, que quizás no es alegría, porque no encajan las palabras para poder hablar de lo que, en realidad, es imposible describir. El lenguaje, en este punto, nos acompaña poco, pero ese lenguaje sin palabras que hay detrás de estas letras, sabe que aquellos que están sintiendo todo esto, lo entienden a la perfección, y que ahí no son en absoluto necesarias las palabras.

Así, cuando viene a ti alguien con esa profunda tristeza, en ese fin de crédito de luchador, eliges no animarle más. Ahí me di cuenta de lo que significa verdaderamente MADURAR desde otra perspectiva. Cuando siento una profunda alegría en mi interior, y elijo no utilizarla para sacarte de tu profunda tristeza, como solía hacer cuando creía que tu felicidad estaba en mis manos.

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