Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2015

El Macario

Imagen
"De esta forma apareció el Macario en la librería una mañana soleada, invadida por ese aire fresco que se produce en los pueblos: limpio. El Macario entró como si lo persiguiera la Gestapo, echando hacia delante la boina con la intención de cubrir un rostro que, por sí mismo, hablaba como si fuera la Radio Nacional. Pero como los humanos somos así de incomprensibles, nos creemos que tapándonos ligeramente la frente, los vecinos de toda la vida, que ven pasear nuestro palmito por las calles desde que alcanzamos edad suficiente para caminar, no nos van a reconocer. ¡Bendita ingenuidad! Y así entró el Macario en la librería, con el convencimiento de no haber sido visto por ojo alguno, o al menos, no reconocido. Sacó un papelillo que traía echo un burrujo entre las manos, en el que tenía apuntadas unas letras ininteligibles que él tradujo como: “Historia de la Filosofía, volumen 1, de Bertrand Russell”, y finalmente se quitó la boina en señal de respeto, porque eso sí, a educació

Molotov

Imagen
(Fragmento de "Es que si te digo la verdad, no me crees" Curiosamente, cuanta menos presión siento sobre mis hombros para entregar un trabajo, más se activan la imaginación y el deseo de ofrecer algo nuevo a los lectores. Y justamente cuando más concentrada estaba, se empezó a escuchar una algarabía tremenda que procedía de la plaza. Como es costumbre en los pueblos, ante el escaso hábito de estruendos, me asomé a la ventana para comprobar los hechos: el Molotov y su señora estaban en medio del gentío, rodeados como estrellas de Hollywood, firmando autógrafos y haciéndose fotos con los lugareños. Para que os hagáis una imagen fidedigna de Molotov, os diré que se trata de un tipo con un ochenta por ciento de parecido físico con Alfredo Landa, y el veinte por ciento restante, podríamos decir, se corresponde con Fidel Castro, fundamentalmente por la barba y los voluminosos puros que tiene a bien fumar, aunque también por las ideas socialistas que profesa desde los tiempos in

El antibiótico paterno

Imagen
(Fragmento de "Es que si te digo la verdad, no me crees") Es curioso cómo mi padre ejercía de calmante de mi mente: con un abrazo, con una sonrisa o un chiste, eligiendo según la situación. O más que calmante, incluso en alguna ocasión ejerció de antibiótico, como sucedió el día en que mi primo Gonzalo tomaba la primera comunión. Llevaba meses esperando el gran evento. Mi primo, que era dos años mayor que yo, se convirtió, desde que ambos tuvimos uso de razón, en mi gran aliado, un referente, un modelo a seguir. Todos los chicos del pueblo lo seguían, porque tenía ese carácter de liderazgo que convierte a las personas en poseedoras de un carisma especial, como dándoles una responsabilidad para con aquellos que se sienten simplemente seguidores. Y para mí, su prima pequeña, era, además de protector, ese hermano mayor que siempre quise tener y nunca tuve. Me defendía más allá, incluso, de las disputas potenciales, de aquellas que se quedaban en un simple com

Noche de alcohol y sinceridades

Imagen
 (Fragmento de "Es que si te digo la verdad, no me crees") - ¿De qué te ríes? – le dije herida, dolida, rencorosa, dañada en mi orgullo Cyranesco, en el impertérrito dolor de la naturaleza no extinta del hombre.     - ¿Y qué quieres, hija? ¿Una palabra de consuelo? Elegiste mal la compañía, entonces. Haber acudido al cura…      Y con la gracia del caminante que fluye, pasé del dolor a la rabia sin darme apenas cuenta, a través de su mirada, de sus palabras, de su impasividad, y en general, de aquel estúpido personaje que tenía frente a mí dispuesto a odiar al mundo, o al menos, a todo aquel que formara parte de la comedia que representaba su vida.     -¿Ves? Ahora me odias, pero ya no estás triste.     - ¿También eres terapeuta?     - ¿Te incomoda la sinceridad?     - ¿Respondes siempre con preguntas?     - ¿Ves por qué no tengo amigos en el pueblo?     - ¿Tratas a todo el mundo así?     - ¿Quieres saber qué pienso de ti?     No respondí, porque sabía que poco

Volver al pueblo

Imagen
"Volver a Martínez suponía para mí el reencuentro con el campo, con las caras rosas por el aire puro, con los árboles a los que antes siquiera prestaba atención y que tuvieron que esperar varios años para que pudiera honrarles como ellos merecen. Así que, fui disfrutando del camino, observando los huertos de los vecinos con detenimiento, al tiempo que yo era observada por sus dueños con ese gesto que se pone en los pueblos, falto absolutamente de discreción alguna, con el entrecejo fruncido para ver de lejos, y en algunos casos, añadiéndole una mano estirada por encima de los ojos para tratar de mitigar el sol que impide en el momento identificar a la presencia extraña. Una vez que lograban ponerme cara, nombre y apellidos, se veía un brazo estirado y un saludo con la mano, repitiendo mi nombre en alto para que, por si no me había dado cuenta de su presencia, pudiera verlos definitivamente y responderles al saludo. “¡Es la Daagne, María, la hija de la Valentina, mira qué maja