Evangelio perdido: La rendición de Divina




Creo que, poco a poco, uno se va cansando de sufrir. El vaso del dolor se va llenando, y llega un día en el que las gotas siguen cayendo, pero ya el recipiente es incapaz de contenerlas, porque rebosó. Ese día la vida toma otro carácter, otra textura, una nueva densidad; ese día uno deja de pedir aprobación, de buscar la mirada de aceptación en el otro; ese día uno deja el miedo aparcado en un reducto visible, para poder observar cuándo tiene intención de salir a pasear. Ese día uno comprueba que ya ni siquiera tiene fuerzas para detener el pánico, y es entonces cuando el pánico acampa a sus anchas por un cuerpo agotado, exhausto de tanto caminar. Y uno ve que el miedo es simplemente una ola que viene y va. 

El impulso se detiene, observa, contempla, se rinde, se rinde a lo único verdadero que conocemos: que todo pasa, que nada es permanente, que todo es viento en constante movimiento. Nos asimos de lo perecedero como quien pretende contener el desierto en una cajita de música. Buscamos la seguridad como quien busca sabiduría entre la ignorancia. Buscamos paz y justicia entre las tinieblas, donde nada se ve. Nos creemos poseedores de la verdad, convertimos la opinión en certeza, y atacamos a otros con el convencimiento de ser “buenos” que luchan contra el “mal”. 

Pero llega un día en el que todo cesa, incluso las ganas de luchar contra el supuesto mal... llega como una muerte en vida, como un soplo de verdad en medio de tanta mentira. A nada le creo, ya nada me invento. Soy Divina Buenaventura Estupefacta, una serie de vivencias encontradas en este punto llamado yo, soy aquello que otros han querido que fuera, soy una escultura amasada con las manos de la educación. Soy todo lo perecedero, soy memoria, soy experiencia, soy pasado, soy lo que en un segundo dejaré de ser. Soy un mañana inventado, un futuro inexistente, soy pensamientos encontrados, carne que se esfuma y piel muerta que desaparece en primavera. Soy humo, soy viento, soy invento... soy nada. 

Comentarios

  1. En sintonía siento mi propia Divina Nada, gracias por la inspiración, Victoria

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