El Fabricante de Problemas


El virus se estaba extendiendo por todas partes. Un virus comportamental, con un paquete de pensamientos, reacciones y respuestas muy bien definidos. Al menos, el cocinero tenía muy claro el patrón del virus. Por alguna razón tenía un olfato excelente, también para eso, además de para la cocina. Luck in 4 le observaba degustando a la gente, cómo el cocinero escuchaba atentamente, descubriendo miles de patrones. Parecía que la fuerza de la detección y después, ignorarlos completamente, hacía algo que aún, Luck in 4 no podía definir totalmente.

La joven salía a servir las mesas y escuchaba conversaciones. Después le contaba al cocinero. A veces ella simplemente le contaba por divertirse, pero él parecía tomar la información como si fueran secretos clasificados del Mossad.

En los últimos días a Luck in 4 le llamaba la atención una frase repetitiva: “Ahí puede haber un problema, tienes que mirártelo”. La había escuchado de forma ya casi obsesiva en montones de mesas que servía.

El cocinero le explicó que estaban ante un virus altamente destructivo.

“Es muy sutil, son ideas simplemente. Date cuenta. Estamos en tiempos de profundos cambios. Y cuando estamos en plena transformación, esos momentos en los que todo parece oscurecerse, este virus los convierte en un problema que resolver. Y ahí las personas se meten en bucles eternos de resoluciones que nunca llegan... Son solo ideas Lucki, solo ideas... pero no lo saben... las hacen tan ciertas... y la gente escucha que tiene un problema, y cree que lo correcto es darle mil vueltas y tomar miles de precauciones, y hacer miles de cosas para resolver... Pero no se fijan en la idea inicial que inyecta el virus... es una idea Lucki... solo una idea... lo oscuro es malo dicen... y cuando hay oscuridad hay algo que resolver... pero es solo ignorancia.”

El cocinero entristeció, o eso le pareció a Luck in 4. Entonces vio cómo le venía una idea: decirle que ella podía ayudarle con su tristeza, que podían hacer algo juntos para solucionarla... y ahí, justamente ahí, se dio cuenta de cómo actuaba el virus, cuando le observó en sí misma, y cuando mandó a la idea bien lejos, y vio cómo el cocinero se dejaba atravesar por aquella tristeza, con su mirada plena, con aquella serenidad que tanto había aprendido a admirar. Y lo vio tan distinto al mismo instante... era lo mismo... pero no tenía nada que ver observarlo con los ojos que hay después del virus.

La explicación del cocinero le había servido para detectar al virus, e ignorarlo. Comprender el patrón y el mecanismo. Ahora Luck in 4 también sabría oler ese patrón. Ya conocía la textura. Las clases de cocina que estaban recibiendo, llegaban a esferas extraordinarias. 

Fragmentos de la novela en elaboración "Luck In 4 y el ladrón de salsas"
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